lunes, 14 de marzo de 2011

¿Dónde está? 40ª prueba


Nos propusimos llegar a las cincuenta entradas y ya nos quedan menos. Las últimas imágenes, cuyo origen acertó Rocío, correspondían a Esterri d'Aneu, pequeña pero encantadora población del Pirineo leridano. Pensé que, ya que hablábamos por esos días en clase del catalán, sus variantes geográficas y sus rasgos, no sería mala idea viajar hasta la cornisa noreste y descansar en la montaña. El reposo se nos antojó breve, porque Milagros se orientaba estupendamente echando una ojeada a los tejados de pizarra y Rocío remató la faena sin darnos tiempo a henchirnos e hincharnos del limpio aire pirenaico.

Esterri pertenece a la comarca de Pallars Subirà, cuya capital es la muy mentada población lotera, Sort. Sí, claro, fuimos, pero no hubo suerte, pese al nombre y la fama que nos impedían pasar de largo. Allí estaban los más atrevidos, la mayoría foráneos, viéndoselas con los rápidos del Noguera Pallaresa -haciendo rafting, en lenguaje para iniciados-. En Esterri nos hizo la vida más agradable el gemelo de Amenábar, un catalán que lleva su negocio, los apartamentos La Trainera, con muy buen criterio y una cortesía nada empalagosa. Nos sorprendió la limpieza de las habitaciones: pasad un dedo por cualquier superficie; saldrá tal cual lo llevéis de casa.

¿Qué podemos hacer allí, además de respirar profundamente y ventilar un verano manchego que a ratos se torna peleón? Pasear sin arrebato por sus calles medievales (su cruz de término, su puente, su ecomuseo, sus minairons); comer en alguno de sus restaurantes con encanto y buenas viandas, como L'Esquella, y acercarnos al Parque Nacional de Aigüestortes, donde, además de lagos glaciares y el impresionante San Mauricio, regado por los afluentes del Noguera Pallaresa, se encuentran algunas especies curiosas de pino y otros árboles y arbustos de hermosos nombres: genciana, arándano, fresno o enebro. Pero el que más me gusta es el rododendro (azalea, pentecostera, rosa de los Alpes, bellas palabras todas), no por sus flores rosadas o rojizas, que le suben los colores al bosque a tramos casi salvaje, sino porque lo bautizaron con voz lejana, nasal y evocadora. Decidlo en alto, despacio, apoyándoos un poquito en la ene, rododendro, y estaréis en el umbral de una ensoñación.

Entre el Val d'Aran y el de Aigüestortes, ruta a ruta, sin pereza atravesada en los caminos empinados y pedregosos, la belleza natural está al alcance de un respiro. Si queréis arte, cerca quedan las maravillas románicas de La Vall de Bohí, que ya visitamos hace un tiempo.

Dos fotos más para vuestro esparcimiento. ¿Dónde están?




domingo, 6 de marzo de 2011

¿Dónde está? 39ª prueba


Como viene siendo costumbre, la señorita Milagros (a quien desde aquí felicitamos por su exitosa participación en la Olimpíada de Biología) acertó sin mucha tardanza que las fotos anteriores correspondían a Gerona y Cracovia. ¿Qué tienen que ver? En principio, nada; sólo se asemejan en la mirada que les dedicamos, en cómo el objetivo se somete al trenzado de la verja. Sobrepasado ese obstáculo, descubriremos dos hermosas ciudades en las que a uno no le importaría vivir. Huelen a serenidad, incluso si se visitan en verano -que es cuando podemos hacerlo nosotros, los docentes- porque, aunque plagadas de turistas, hay en ellas una suerte de temperatura que invita al sosiego.

Es muy recomendable caminar por las calles de Gerona ("Gerunda", en latín, de ahí su gentilicio), incluso atreverse a montar en el trenecillo turístico que amenaza con toparse con los muros en cada recodo. Así o a pie, que también es placentero, recorreremos el casco antiguo, las casas colgadas sobre el río Oñar, la rambla de la libertad, la judería... Y cuando nos cansemos, podemos quedarnos a cenar en alguno de los pequeños restaurantes cercanos al río, donde se marida la comida tradicional con exquisiteces a la francesa, siempre bienvenidas. Si disponemos de más tiempo, no deberíamos dejar escapar la ocasión de conocer la provincia: la Costa Brava es una maravilla pero, eso sí, en verano habremos de armarnos de paciencia porque las retenciones en la autopista son interminables. A mí me recordaron un cuento de Julio Cortázar, "La autopista del sur", porque casi nos lanzamos todos los presentes a la calzada, presas de la desesperación y de no tener siquiera unas agujas de ganchillo o un crucigrama que llevarnos a los dedos. Otro día volveremos.

Cracovia es una villa considerada una de las ciudades más bellas del mundo. No sé si sea para tanto, pero merece la pena asomarse por allí: la ciudad medieval (Stare Miasto), la colina de Wawel, las muestras de arte gótico, renacentista y barroco, el toque de trompeta cada hora desde la torre de la catedral, la plaza del mercado (una de las más grandes de la Europa medieval, una preciosidad), la lonja de los paños, el ámbar (compra inevitable) o la curiosidad de ver algunos de los lugares donde se rodó "La lista de Schindler", de Steven Spielberg, son algunas de las razones que puedo recordar como suficientes para dejarse caer unos días junto al vío Vístula. Por no hablar de un sacerdote muy joven y guapo, airoso de sotanas, que hizo las delicias de cuantas mujeres nos disponíamos a subir al campanario de Wawel. Por su culpa, por su gran culpa, porque todas nos hacíamos cruces - qué mejor manera de demostrar nuestra incredulidad ante la belleza humana que allí se estaba desperdiciando- nadie escuchó como es debido, con respeto y admiración, la leyenda de la campana de Segismundo, que había que tocar, como tantos otros objetos que se nos ponen por delante en el ancho universo de las supersticiones, para ver cumplidos nuestros deseos.

Y ahora, como siempre, os propongo fotos nuevas, a ver qué me contáis. Pertenecen las cuatro imágenes a una misma población.